Los puentes de madera en los caminos de arriería

Cuando el proceso de colonización se profundizaba se construyeron puentes que cruzaban los principales ríos. Por la forma de construcción, regularmente techados con paja o con teja, se protegían los viajeros de las inclemencias del tiempo, descansaban y aprovechaban para consumir el refrigerio, fumar o conversar con otros viandantes. Sobre sus travesaños de madera solían escribir los transeúntes, con carbón o con piedra blanda y quebradiza, pedazos de sus vidas.

Un puente sobre el río Moro, construido en el siglo XIX, de madera y sostenido por dos enormes rocas socavadas por el agua que azota continuamente sus bases, vio pasar muchas generaciones de caminantes que de diversas formas dejaban plasmado su estado de ánimo en los maderos del puente. Aquí el escritor Tomás Calderón, mientras se escampaba de una lluvia menuda y cortante, recogió los siguientes mensajes: 

«Por aquí pasó el tres de mayo de 1927, Pedro A. Romero, más aburrido que el diablo».

«A las tres de la tarde pasó por este puente José R. Ospina, el día 20 de febrero de 1925, despechado por una mujer». 

«Con un calor de todos los infiernos voy para Salamina sin saber a qué diablos. Agosto 4 de 1926».

«Por aquí pasó llorando Roberto A. Correa el día 7 de julio de 1929”.

«Paso por este puente sin una sola esperanza: he tirado al río todas esas cartas. El retrato lo rasgué. Ahora sí… que se vaya todo al demonio. Enero 22 de 1930. José V. Ramírez».

(Calderón, 1933, pp. 51-52) 

Llama la atención en los mensajes la amarga desolación de los caminos y el conflicto de los transeúntes, como si fuera un museo de melancolías.

También era frecuente que un puente se quedara solitario, sin río, como le ocurrió a uno sobre el río Esmeraldas cuando una noche de tempestad éste cambió de rumbo y se quedó el puente abandonado. Como ya no pasa el río debajo, la herrumbre corroe sus cables de hierro y sus tornillos, las golondrinas anidan en su techo, algunos letreros dejados por los viajeros se rehúsan a desaparecer, los campesinos de la región anotan que cuando el sol calienta el puente se anima y que en ocasiones se oyen voces de viajeros y el galopar de los caballos. Cuando Tomás Calderón conoció este puente se estaba cayendo a pedazos sobre el abismo seco y le causó tan profunda impresión que estableció el siguiente diálogo con su compañero de viaje:

— Este puente lo deberían tumbar o prohibirle a la gente sentimental que pase por aquí.

— Elevaremos un memorial —le dije— para que lo quiten antes que se lo coma el cáncer de la herrumbre. Este puente debe tener corazón, y es una injusticia dejarlo sufrir. Y entre los dos hicimos unos versos que terminan:

Mis ríos también se fueron y me quedé solitario.

(Calderón, 1933, p. 22)

Todavía quedan puentes de madera en muchos municipios de la región, pero también se caen por falta de mantenimiento ¿Cómo se construían? Un maestro de obra y 10 trabajadores seleccionaban las maderas finas en los bosques cercanos al sitio donde se iba a construir el puente. Una vez escogidos los árboles, se esperaba que fuera menguante para cortar las piezas, se dejaban fraguar durante un mes y luego los aserradores cortaban los bloques de madera. El puente se armaba en la parte más estrecha del río o quebrada, un sitio clave a donde pudieran llegar las mulas con facilidad. Después se construían las bases en piedra, que apoyaban las vigas principales del puente. Enseguida se armaba una estructura provisional, de madera, hasta el nivel del puente; se arrastraban los bloques de madera de la viga principal, luego se armaba el pórtico que soporta el puente, se ensamblaba la cubierta y se ponían las tablas del piso y el techo. El puente quedaba listo en dos meses. 

Uno de los más emblemáticos era el que había sobre la quebrada San Narciso (municipio de Neira), una zona neurálgica del camino de La Moravia, y que se desplomó el 25 de mayo de 2012, a las 12 del día. Tenía 19,50 metros de largo, dos metros de ancho y una altura de 2,50 metros, sobre un cañón de 21 metros. Este patrimonio de la región había sido construido en 1912 por maestros de obra de Neira, que utilizaron maderas del entorno, especialmente nogal, cedro negro, roble, laurel, guadua y arboloco. En esa época lo techaron con tejas de barro y se conocía como puente-casa. Estaba en franco deterioro desde hacía varios años y los campesinos le hacían mantenimiento, pero sin técnica y con sus escasos recursos: lo apuntalaron con guaduas, le clavaron algunas tablas y amarraron varias vigas con alambre. El puente era de vital importancia, pues los campesinos lo utilizaban para mover productos como café y artículos de subsistencia hacia los mercados de Neira y Manizales. Este comercio se hace, todavía, utilizando caballares y mulares, pues la arriería sigue viva en la región. Aunque las autoridades del municipio de Neira conocían el lamentable estado del puente, no hicieron nada para salvarlo y una inmensa zona quedó aislada, por algún tiempo.

Bibliografía:

(Tomás Calderón (1933). 60 Minutos. Editorial Arturo Zapata, Manizales)

Para tener información completa, escuchar audio bajo la imagen

2 comentarios sobre “Los puentes de madera en los caminos de arriería

  1. Es importante complementar que antes de caerse el punte sobre la quebrada San Narcizo, el Ingeniero Eduardo Arango realizó el levantamiento estructural del puente, realizó el diseño estructural, propuso el refuerzo de la estructura de madera para mantener con vida la estructura de madera, fue presentado a las autoridades competentes y como ocurre en este país no hubo eco. Tristemente a los pocos días se desplomó.

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