
Imagenes obtenidas de: https://www.invaluable.com/auction-lot/poster-by-anonymous-pildoras-de-vida-del-dr-ross–820-c-3d741c1ad8 y https://www.laretrografia.com/tienda/publicidad-farmaceutica-el-heraldo-del-doctor-ross/
Los curanderos, yerbateros y vendedores de específicos fueron visibles hasta mediados del siglo pasado; su comportamiento, prácticas y oficios, fueron recogidos como testimonios por nuestros cronistas parroquiales y llegaron a nosotros como parte de la cultura popular. Se decía que los primeros habitantes gozaban de muy buena salud pero que cuando se desataban las guerras civiles los soldados traían piojos y pulgas, además de la gripa y la viruela, que eran verdaderos azotes. Pero en general la gente moría por la edad, o de viejos. Para las necesidades cotidianas, los campesinos y la gente de aldeas y pueblos, mantenían un huerto que suministraba plantas medicinales comunes.
Las enfermedades se complicaron con los soldados que traían las pestes raras y catastróficas, pero junto con la tropa llegaron yerbateros, culebreros, charlatanes y vendedores de específicos, que se fueron situando en las poblaciones grandes como Manizales, Pereira, Armenia, Riosucio, Salamina, Manzanares y Aguadas. Los más reconocidos se ubicaron en Manizales, como el famosísimo “Doctor Poleo” quien empleaba esa yerba en todas las recetas; esta planta la utilizaban los pobladores para adobar la rellena o morcillas, que da el sabor característico a este plato. Eran famosos curanderos los llamados maestros Antonio y Ambrosio Cortinas, quienes practicaban la flebotomía contra todas las enfermedades; consistía en sacar sangre a los pacientes, de las venas de los brazos; también aplicaban la ventosa para extraer sangre empleando el rastrillo, que era una plancha circular con pequeñas lancetas para picar la piel y luego se usaba la copa al vacío. Para el dolor de muelas utilizaban remedios caseros como los buches de la infusión de cáscaras de drago, agua de malva y los emplastos de manzanilla; pero cuando no había cura se sacaba la muela con gatillo o con un instrumento llamado “llave”; si la muela presentaba mucha resistencia acostaban al paciente en el suelo y apoyaban la rodilla en el pecho de éste; tiraban fuertemente de la llave o del gatillo y la operación no fallaba.
También practicaban pequeñas cirugías. Al respecto escribió el historiador Luis Londoño (Londoño, 1936), que el curandero Ambrosio Cortinas “amputó un dedo pulgar al aserrador Ismael Grisales, con un serrucho mohoso, apoyándolo sobre el espaldar de un taburete” (p. 34). En esta época, no se conocía la desinfección o asepsia. Pero desde principios del siglo XX las farmacias y boticas vendían medicamentos, jarabes, específicos y píldoras curalotodo, que fueron de gran ayuda para complementar las plantas del huerto familiar. Por ejemplo, en el año 1906 la farmacia Andina ofrecía
El más excelente específico para purificar la sangre, para curar dolor de espalda, la gripa, el reumatismo, la erisipela, la sífilis, la anemia, las almorranas, la gangrena de la boca; cura la debilidad en las mujeres, restablece el apetito perdido; este específico es muy bueno también contra las lombrices de toda clase, para tumores, fiebres; es el regulador del hígado y cura en fin, otras muchas enfermedades de que habla la instrucción para usarlo. (El Heraldo de Caldas- Semanario 1906)
Así rezaba la propaganda y lo llamaban curalotodo. En este año de 1906, en todas las boticas y farmacias importantes de la región vendían las “píldoras de Haydock”, para las enfermedades del hígado, y el famoso remedio del Doctor Vallet contra los barros. Para el año 1914 se hicieron famosas las “Píldoras Rosadas” del doctor Williams; la propaganda en la prensa decía
Hombres que pierden fuerzas. No deje usted que esa debilidad creciente lo envuelva más como mosca que queda presa en las redes de una tela de araña. Empiece hoy mismo a tomar las “Píldoras Rosadas del Dr. Williams”, el mejor tónico reconstituyente y note usted entonces, cómo pronto recuperará fuerzas, cómo sus nervios se tonifican y fortalecen los músculos, se vigorizan, y el cuerpo todo recupera esa perdida sensación de bienestar.
Para tener toda la información, escuchar el audio debajo de la imagen
Me encantan estas crónicas del Maestro Albeiro Valencia Llano. Ilustrativas y amenas recrean la alborada de nuestra región.
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