
Las familias que tumbaron la selva en las regiones de los actuales departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda, Norte del Valle del Cauca y parte del Tolima, a lo largo del siglo XIX, llegaron con sus costumbres, tradiciones y modo de pensar, y este acervo cultural se enriquecía con la cotidianidad en estas lejanías. El mundo se reducía a la vivienda, la huerta y la parcela con la roza y la sementera; y estaban acompañados de los animales domésticos, como el gallinero, el cerdo, los perros y los gatos, pero todos estaban metidos en la selva y rodeados de un medio difícil y hostil. Para sobrevivir la clave estaba en la vivienda que se convertía en el hogar, y en la parcela que daba el sustento. El terruño daba la casa y la casita debía estar de acuerdo con el entorno. Lo ideal era levantarla en un llanito de media cuadra y cuando el terreno era difícil, por lo faldudo, se hacía el banqueo para aplanar el lote donde se levantaría la vivienda. Se construía de bahareque, techada con latas de guadua y cuando la situación económica lo permitía, se cubría con tejas de barro puestas sobre cañabrava; el piso era de tierra o de madera.
Que buen relato. como todos los de Albeiro, tuve la fortuna de ser su alumno en la U de Manizales hace ya bastantes años, en la materia Geografía Económica, no me perdía sus clases !!!!
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