El aguardiente: símbolo de nuestro espíritu alegre y fiestero

Trapiche panelero. Foto por María Cristina Arango.

Uno de los símbolos arraigados en la cultura regional y nacional es el aguardiente, producido desde la colonia por la introducción de la caña de azúcar. Durante todo el período colonial los aborígenes siguieron produciendo la chicha de maíz, como bebida embriagante, que hacía parte de la tradición cultural; pero cuando se generalizó el cultivo de la caña de azúcar, los mestizos  y los afrodescendientes encontraron en el guarapo la bebida embriagante, que elaboraban en forma artesanal. Mientras tanto los hacendados destilaban el guarapo y producían aguardiente para el mercado, por lo tanto, tenían que prohibir la producción y consumo de la chicha y del guarapo casero. Acusaron a la chicha de producir desórdenes morales en las comunidades indígenas para imponer la comercialización del aguardiente. Pero este licor se vendía, también, como estimulante, con virtudes medicinales. Por ejemplo, las comunidades religiosas tenían en sus haciendas cultivos de caña, alambiques y destiladores; los capuchinos catalanes de los Llanos del Orinoco, producían miel y aguardiente, para sus propias necesidades; como el aguardiente se producía libremente y así mismo se mercadeaba, se convirtió en un magnífico negocio para hacendados y comerciantes. Se vendía muy bien en las zonas mineras del Chocó, y los hacendados de Quiebralomo, Supía y Anserma, lo fabricaban para las minas de Supía y Marmato, porque el precio era bueno, abundaban los compradores, no solo lo adquirían los dueños de minas y administradores para sus esclavos, sino que lo consumían los mestizos y mulatos libres, que mazamorreaban el oro de aluvión en quebradas y ríos.

Hacia el año 1700 se creía que en los climas extremos, frío o caliente, el trago mañanero de anisado ayudaba a conservar la salud; esta cultura se prolonga hasta hoy en el campo colombiano. También se fabricaba el ron por influencia de las islas de las Antillas. Todo iba muy bien, pero a comienzos del siglo XVIII las autoridades españolas consideraron controlar la producción para ponerle impuesto a los licores, debido a su alto consumo. Dicho y hecho, en septiembre del año 1700 la corona española amparada en conceptos de “doctores sabios” sobre las bondades del aguardiente de caña, produjo una cédula real para establecer el estanco. Para administrarlo se creó el sistema de arrendamiento, por medio del cual una persona honorable y con recursos económicos, otorgaba los permisos para fabricar el aguardiente, de acuerdo con un remate público. Se adjudicaba a personas pudientes que tuvieran con qué responder, y el valor del arrendamiento lo recaudaban los oficiales reales y los alcaldes se hacían responsables de aplicar penas rigurosas a quienes incumplieran.

La medida fue mal recibida por todo el mundo, llegaron las quejas y demandas, pero los funcionarios de la corona advertían que, con el impuesto al licor, aumentaría el precio y disminuiría el consumo por parte de indios, mestizos y afrodescendientes, y que por supuesto bajarían las borracheras. Pero como los productores del aguardiente eran los criollos ricos, hijos de españoles, con prestancia social, éstos no quisieron acogerse a las medidas de la corona, no se interesaron en los remates y siguieron distribuyendo el licor sin hacerle caso a la ley. Por fin, en septiembre de 1736, el Rey expidió la real cédula por la cual se establecía y se reglamentaba el estanco de la bebida de aguardiente de caña dulce. Se afirmaba que el espíritu de la medida era solucionar los problemas sociales derivados del excesivo consumo del aguardiente pues si se cobraba más se consumiría menos. Pero la historia ha demostrado que los gobiernos buscan en el vicio la solución al déficit fiscal.

La ley se impuso y nadie podía producir aguardiente para la venta, pues las infracciones se penalizaban con multa de 500 patacones que era mucho dinero; tampoco les estaba permitido a las comunidades religiosas, que tenían trapiches y producían en los conventos enormes cantidades de aguardiente, por lo tanto los cosecheros que sacaban miel y producían aguardiente para el mercado se tuvieron que limitar a elaborar miel para los estanqueros que  gozaban de licencia para fabricar licores y, como era de esperarse, estos tales estanqueros pagaban por cada botija de miel lo que les daba la gana. En adelante la Corona española controló también la producción de tabaco y de sal y aumentaba los impuestos de estos productos cuando sus arcas se iban quedando vacías.. Esta fue una de las causas de la Revolución de los Comuneros de 1781, los mestizos e indios se sublevaron por los altos impuestos a productos de la canasta familiar como la sal, el tabaco y el aguardiente.

Palabras clave: aguardiente, guarapo, chicha, alambique, sacatín

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