Era uno de los mejores oficios de la época, mucho mejor que trabajar como peón cogiéndole la cola a un azadón o permanecer en la finca familiar; el ideal era transformarse en arriero, una carrera larga que implicaba varios años de formación: se iniciaba como sangrero que era un muchacho de unos doce años, encargadoSigue leyendo «La arriería en el paisaje cultural cafetero»