UN VIAJERO BELGA EN TERRITORIO CALDENSE

Se trata de Carlos Nauts, quien escribió una memoria sobre su viaje desde el Valle de Aburrá hacia el sur de Antioquia. El relato se publicó en la revista El Montañés, en febrero de 1899, una publicación mensual editada en Medellín, bajo la dirección de Gabriel Latorre. Estas notas de viaje tenían el sugestivo título de “A lomo de mula”. Aquí solo se tiene en cuenta la narración desde el cañón del río Arma hasta la llegada a Manizales.

Como a diez metros de la fonda, principiaba la bajada para el cañón de Arma. A la izquierda se veía como a una legua y media, la cascada de Aures que cae de tierra fría a tierra caliente, formando abajo, en el valle, el río del mismo nombre que desemboca en el Arma.

La cascada, cuyas aguas se precipitan con una rapidez vertiginosa, merece por su belleza los versos que le dedicó su inmortal poeta Gregorio Gutiérrez González:

De peñón en peñón turbias saltado 
Las aguas de Aures descender se ven;
La roca de granito socavado
Con sus bombas haciendo estremecer.

Nos separamos de nuestros arrieros y principiamos la bajada.

El camino era pedregoso y las mulas iban despacio.

Admirábamos el espectáculo realmente bello que se desarrollaba a nuestra vista. Estábamos en la cresta de una montaña que, inclinándose con pendiente muy fuerte, llega hasta el fondo del valle del Arma, dividiéndolo en dos partes.

Frente a nosotros se perfilaba el camino de Aguadas, amenazándonos con sus curvas, sus vueltas, su longitud interminable. Por cualquier parte que se dirigieran los ojos no podían verse sino cordilleras inmensas limitando el horizonte.

A la izquierda, pero muy lejos y muy profundo, distinguíamos el río, que se deslizaba entre dos montañas; muchas veces desaparecía a nuestra vista, escondido por pliegues de terreno o por bosques que lo cubrían enteramente, pero más lejos volvía a aparecer.

Aunque espesas nubes escondían el fondo del valle, tapándonos una vista muy hermosa, sí podíamos juzgar, por las fincas que rodeaban el camino, de la fertilidad sorprendente de esa tierra. Los cafetales, maizales, platanares y todo el  cultivo de los terrenos fecundos se sucedían a cada paso; hasta en ciertas cordilleras lejanas se distinguían campos cultivados a unas alturas que imponen la admiración por la dificultad vencida (…).

Para tener información completa, escuchar audio bajo la imagen.

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