COSIACA Y LA CULTURA POPULAR

Uno de los atributos del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia es el patrimonio inmaterial. Son obras de la creación humana que no podemos tocar, pero sí sentir y valorar, como los recuerdos, la tradición oral, las historias, los gustos y la música. Comprende las tradiciones, las lenguas y expresiones orales, las artes del espectáculo, los rituales y fiestas, las técnicas artesanales tradicionales, las expresiones musicales, las expresiones rituales, escénicas, ceremoniales, los juegos tradicionales y la gastronomía. También comprende la literatura, los mitos, leyendas, cuentos y espantos, que han sido recogidos por los escritores y que tienen presencia en fincas, veredas, caseríos, corregimientos y pueblos.

En este tema se inscriben los relatos populares que llegaron hasta nosotros por la tradición oral, recogidos de viejos analfabetos que a su vez lo aprendieron cuando niños de otros viejos con buena memoria. Como ejemplos están las trovas y trovadores, los curanderos y mediquillos, los culebreros, los charlatanes y los vendedores de específicos.

En este punto se enmarca la interesante vida de Cosiaca, como parte de la tradición cultural. Se llamaba José García, más conocido como Cosiaca; nació en algún municipio de Antioquia, usaba sombrero, ruana, bastón y andaba descalzo. Deambulaba por los municipios de Antioquia contando cuentos picantes; con su muerte creció el mito y le atribuyen arrumes de cuentos y de chistes.

¡Este Cosiaca, siempre es que era muy avispao! Ese no se varaba nunca, y por pobre que estuviera siempre andaba de buen humor y por lo menos la lata la levantaba.

En una ocasión llegó a Guaca. Allá había unas fiestas muy alegres que estaban en su fina. 

– ¡Valientes fiestas tan buenas! —dijo Cosiaca—. ¡Aquí sí que voy a pasar yo bien sabroso… pero, lo importante es ir a almorzar, que está haciendo mucha hambre! 

Se entró a una fonda, muy campante, aunque sabía que no tenía para el almuerzo. Llegó al comedor, se acomodó bien, y dijo: 

—Bueno, mi señora. Necesito que me sirvan un almuercito bien bueno. Pero tal como me lo sirven en mi casa. 

—Cómo no, señor. Ya mismito. 

Le trajeron el almuerzo. Se lo comió y fue a salir muy orondo sin pagar. Cuando lo atajó la mujer: 

—Oiga, señor: ¡usté no ha pagao! 

—Qué voy a pagar, mi señora, si yo le advertí que me sirviera un almuerzo como me lo sirven en mi casa y en mi casa no me cobran… 

(Tomado de: Agustín Jaramillo. Testamento del paisa. Una compilación de la tradición oral)

Para más información, escuchar el audio bajo la imagen.

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