
Este personaje se convirtió en leyenda en Manizales y en Caldas porque, aunque era un humilde campesino del municipio de Palestina (Caldas), se hizo “a pulso” y por su inteligencia fue ascendiendo en el mundo del rebusque y de los negocios, hasta fundar la mejor funeraria de Manizales, conseguir algunos recursos económicos y dedicarse a las obras cívicas, apoyar el deporte y a las familias más necesitadas. Falleció hace 45 años y su imagen, legado cultural y humanitario no se han borrado. Se le recuerda especialmente por dos aspectos: por la Funeraria la Equitativa, Cultural y Deportiva y por su sensibilidad social.
Nació el 17 de agosto de 1909. Era hijo de Faustino Díaz y Alejandrina Cabal, en este humilde hogar campesino, de unos 13 hijos, el padre necesitaba que los mayores trabajaran para ayudar a sostener el hogar. Buscando mejorar las condiciones económicas se trasladaron para Manizales, se ubicaron en el sector de La Avanzada, el padre y los hijos mayores, entre ellos Aparicio, sacaban leña de los rastrojos y bosques cercanos para vender en las calles de la ciudad. En esta actividad permaneció Aparicio durante dos años; mucho tiempo después recordando esta época, escribió: “Yo le robé de niño leña a estas montañas y ahora se la estoy devolviendo en muebles finos”. Luego fue terciador en la plaza de mercado, que era un oficio muy lucrativo, ahorraba el dinero sobrante y con el apoyo de su madre entró a la escuela para aprender a leer, escribir y las cuatro operaciones.
Después consiguió un excelente empleo, de ayudante de carnicería y ascendió en el oficio hasta tener su propio puesto en la galería, donde llegó a expender en una semana 36 reses y ocho cerdos. A partir de sus ahorros contrató la confección de varios vestidos en la sastrería “Vargas y Ochoa”, con el fin de cuidar su apariencia.
Por esta época organizó un burdel, conocido con el nombre de “El Estuche”, que funcionaba en La Avanzada; también montó una gallera. Como disponía de dinero contrató un profesor que le ayudara con la escritura y la redacción. En Manizales estaba la funeraria de don José Dolores Arias que tenía la siguiente atractiva propaganda: “Los mejores ataúdes, los más baratos y tal, los vende José Dolores, detrás de la catedral”.
En 1931 el señor Juan de Dios Márquez, quien conocía el oficio de enterrar a los muertos porque había trabajado con José Dolores Arias le propuso fundar una funeraria: dicho y hecho y se formó la sociedad “Márquez y Díaz Ltda.”. Pasó el tiempo, el negocio no iba bien, entonces Aparicio compró la parte del socio en 1935 y se quedó con toda la empresa. Por estos años Aparicio era ampliamente conocido por el civismo y por el apoyo a la cultura, por esta razón bautizó la empresa con el nombre de “Funeraria la Equitativa de Aparicio Díaz Cabal, Deportiva y Cultural, la mejor de Caldas”.
Aparicio siguió con el expendio de carne en la plaza de mercado porque era un lucrativo negocio, disponía de buenos recursos económicos y se podía dar el lujo de apoyar la cultura y el deporte; esto coincidió con la fiebre del fútbol. Sobre este tema escribió el cronista Guillermo Ceballos Espinosa en su libro sobre la ciudad, que el primero que se arriesgó a “importar” jugadores fue Aparicio Díaz a nombre de la funeraria, los trajo de otros departamentos, especialmente de la costa, los alojaba en su casa y le dio prestigio al equipo de fútbol “El Equitativo” y de paso a la funeraria. Esta empresa fue ganando prestigio porque más que un negocio se prestaba el servicio a la comunidad. Decía la gente que varios de estos futbolistas se alojaban en la casa de Aparicio y que algunos dormían en los confortables ataúdes.
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