
En las regiones del Paisaje Cultural Cafetero hace presencia una mezcla de mitos, espantos, supersticiones, creencias, magia, animismo y totemismo, como parte de la cultura popular; es la herencia indígena, española y africana, arraigada en la mentalidad colectiva, con mucha fuerza en las fincas, aldeas, veredas y pueblos. Las supersticiones y supervivencias de creencias populares como curanderos, adivinos y brujas, vienen de la edad media. En esa época la interpretación eclesiástica veía en las supersticiones la mano del demonio que se aprovechaba de los espíritus incultos y débiles, especialmente de la población del campo.
Así, en el oscurantismo, hizo carrera el poder de las brujas y de los malos espíritus, creencia que se extendió al cuerpo de los hombres, a los animales, a la naturaleza, al clima y a las cosechas. A esto se le suma el pánico que producían las enfermedades inexplicables e incurables como la peste negra. Los conquistadores europeos trajeron las supersticiones en forma de presagios, amuletos, adivinación y brujería y a esto se le agrega la tradición aborigen y los aportes de los afrodescendientes.
Los mitos reflejan las creencias en los espíritus protectores de las selvas, lagunas y ríos. Son deidades populares, tutelares o personificación de fuerzas naturales y ofrecen explicaciones primitivas o ingenuas sobre fenómenos naturales como las tempestades, los rayos, la lluvia, las borrascas y las inundaciones.
Los mitos se dividen en dos grupos: los mayores son personificaciones de fuerzas naturales, como La Madre Monte, La Patasola, El Bracamonte, El Hojarasquín del monte, La Patetarro, El Mohán y La Llorona; los mitos menores aparecen en los caminos, lagunas, quebradas, ríos, minas y sitios abandonados: El Cura Sin Cabeza, María La Parda, La Muelona, La Tarasca, El Sombrerón, los espantos, los duendes y las brujas.
El mito más importante es La Patasola o Patasolo, considerado el mito mayor de América y de Colombia, es una deidad de la selva; se dice que roba los niños y los deja abandonados en medio de la montaña. La Patasola suele aparecer cuando cae la tarde y empieza la penumbra, da señales de vida a la orilla de los montes, donde termina la parcela o los cultivos de los campesinos y empieza la selva oscura, impenetrable y azarosa. La describen con forma de mujer, cabellos largos, ojos desorbitados, nariz de gancho, colmillos de felino, largos brazos y un solo pecho y una sola pata. Cuida la selva de los hacheros que derriban los árboles, protege a los animales de los cazadores y espanta a los perros. Cuando algún cazador se aparta de sus compañeros se le aparece una mujer hermosa que le hace señas para que la siga y cuando menos piensa el pobre hombre se encuentra perdido en la selva profunda; en ese momento escucha una terrible y espantosa carcajada. Sobre este mito escribió Tomás Carrasquilla que en la región minera de Antioquia “habita El Patasola, que disparándose del bosque, en tres zancadas, desgaja los frutales, rompe cercos, hunde techos y cuanto topa, con su única pezuña, hendida como la de un marrano babilónico. No se conoce contra que le valga”.
Otro mito muy conocido es La Patetarro, considerada el tormento y martirio de los mineros. Se dice que es una mujer que grita horriblemente en medio de la noche; se le oye en la espesura de los montes y en la profundidad de los socavones de las minas. Don Tomás Carrasquilla la define como
Un gigantón que solo tiene una pierna de carne y hueso. Para poder andarse en sus fechorías, se acomoda en el muslo mocho un trozo de guadua, un tarro de esos horadados en el interior de sus divisiones, en que cargan agua algunos montañeses de nuestras alturas. No bien lo llena con sus líquidos pestilentes, se sale a las sementeras y en ellas los derrama, el muy cochino. En la parte que coge se secan hasta los árboles, si no resultan gusaneras de cosecha y hormigueros que todo lo arrasan ¡Horribles son los líquidos de El Patetarro! Si no fuera porque el grandísimo sinvergüenza se muere de miedo con las calaveras de vaca, no quedara a vida ni un papayo, en estos sembrados montañeros. (Carrasquilla, 1964, p. 29)
La Patetarro es perversa y vengativa; no tolera que entren a sus dominios. Cuando las personas entran a la selva y organizan los campamentos, no los deja dormir, porque un enorme búho revolotea por las copas de los árboles, sacude chamizos y alborota la hojarasca; y les brama, pero nadie la ha visto.
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