
Artículo que no viene de España ni llegó con la colonización antioqueña, sino que corresponde a la cultura aborigen, tiene su origen en la manta que era una cobija de algodón, usada por las comunidades de tierra fría. La ruana, uno de los símbolos del Paisaje Cultural Cafetero, no se formó de una capa castellana, ni viene del viejo hidalgo español, no tiene noble ancestro por el lado de don Quijote, pero sí por la cultura aborigen. Sabemos que cuando llegaron los españoles en el siglo XVI encontraron una floreciente industria textil (Patiño 1992); los aborígenes utilizaban fibras de algodón, fique y cortezas de algunos árboles, para confeccionar los vestidos. En las tierras frías y templadas, elaboraban telas y luego las decoraban utilizando el pincel; y los dignatarios, caciques, chamanes y señores principales, se distinguían por la decoración de sus vestidos y mantas. La industria textil o la producción textilera, tuvo dos centros principales: las comunidades muiscas de Cundinamarca, Boyacá y Santander, y algunos pueblos ubicados en el territorio de los actuales departamentos de Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindío. Por ejemplo, los ansermas usaban ropa y mantas, y los cacicazgos del Cauca Medio intercambiaban tejidos, sal y piezas de orfebrería, por oro y otros artículos que escaseaban en su provincia.
Los cronistas observaron que los aborígenes caramantas, armas, ansermas, pozos, pirsas, carrapas y quimbayas, usaban ropa de algodón con primorosas pinturas. Además, la enorme cantidad de volantes de uso y rodillos, o estampaderas de arcilla, planas y cilíndricas se utilizaban para estampar o pintar, con tintas de colores, las mantas y otros tejidos. Sin embargo, donde más se había desarrollado la producción de textiles fue entre los muiscas del hoy territorio de Cundinamarca y Boyacá. Los españoles encontraron talleres familiares y dioses que protegían a los tejedores. Por ejemplo, Nencatacoa era un dios protector de los bebedores, de los pintores y de los tejedores de mantas; era tan grande la producción de tejidos, que estas comunidades utilizaban las telas y la sal para comerciar con las tribus cercanas y lejanas; de este modo adquirían productos agrícolas de tierra caliente, adornos de oro, oro en barra y en láminas.
Según Fray Pedro Simón, los indios muiscas tenían grandes cultivos de algodón en las tierras que ocupaban los nativos de Chipatá, y agrega que entre los indios colimas, las mujeres de la vida alegre entretenían su ocio dedicándose a los tejidos: “nunca estaban holgando sino hilando, el rato que tenían desocupado de sus amores, hilando pita, que en esta tierra se ha dado mucha y algodón, de que hacían las mantas con que se cubrían”. Y Lucas Fernández de Piedrahíta, el cronista, escribió que los indios muiscas: “usan vestidos de algodón de que tejen mantas cuadradas, que les sirven de palio: las más comunes son blancas y la gente ilustre las acostumbra pintadas de pincel, con tintas negras y coloradas, y en éstas fundan su mayor riqueza”. Se ponían la manta sobre los hombros y la amarraban en el pecho, como si fuera una capa. El historiador aguadeño Javier Ocampo López, afirma que, según la tradición chibcha, Bochica enseñó “la manera de hilar el algodón y de tejer y adornar las mantas […] cada familia tenía su telar, el huso y los torteros, para hacer sus hilados” (Ocampo-López, 2007, p. 31).
La ruana con agujero para la cabeza fue traída de Chile por los indios yanaconas que acompañaron al conquistador Sebastián de Belalcázar. Y en el siglo XVI, cuando ya había suficientes ovejas y lana para el mercado, se fabricaron mantas de este material y se les hacía el agujero para meter la cabeza; se llamaron ruanas porque el tejido era parecido a los famosos géneros de Ruán. El poncho elaborado en lana y con hueco, es peruano, boliviano, chileno y argentino.
Para tener información completa, escuchar el audio debajo de la imagen