Los poderosos venenos

Tomado de América Pintoresca. Barcelona 1884

En el período de conquista o de la invasión de este territorio en el siglo XVI, a lo que más temían los españoles era a las flechas o dardos envenenados, porque nuestros aborígenes eran especialistas en fabricar poderosos venenos usando terribles mezclas como ponzoñas de animales, culebras, gusanos, sapos, ranas, arañas, hormigas, alacranes, etc. De acuerdo con Pedro Aguado en su obra Recopilación Historial, cada comunidad tiene su fórmula para preparar los venenos; por ejemplo, entre los palenques y patangoros el proceso era el siguiente:

“En  un vaso o tinaja echan las culebras ponzoñosas que pueden haber y muy gran cantidad de unas hormigas bermejas que por su ponzoñosa picada son llamadas caribes, y muchos alacranes y gusanos ponzoñosos de los arriba referidos y todas las arañas que pueden haber de un género que hay que son tan grandes como huevos y muy vellosas y bien ponzoñosas y si tienen algunos compañones (o testículos) de hombre los echan allí con la sangre que a las mujeres les baja en tiempos acostumbrados y todo junto lo tienen en aquel vaso hasta que lo vivo se muere y todo  junto se pudre y corrompe y después de esto toman algunos sapos y los tienen ciertos días encerrados en alguna vasija sin que coman cosa alguna, después los sacan y uno a uno los ponen encima de una cazuela o tiesto, atado con cuatro cordeles, de cada pierna y lo hacen sudar, de suerte que el sudor caiga en la cazuela  y allí echan la leche de unas ceibas o árboles que hay, espinosos y lo revuelven todo junto y luego untan las flechas y puyas que causan tanto daño […] El oficio para fabricar estas yerbas se lo dan a las mujeres muy viejas y que están hartas de vivir, porque el humo y el vapor de este ponzoñoso betún les va acabando la vida”.

El cronista Aguado describe muy bien los tipos de gusanos venenosos que había en estas provincias y anotó que son vellosos y de diversos colores; hay verdes y negros cuya ponzoña se extiende hasta el vello o lana que les cubre y causa tanto daño que a la hora se envara la persona, queda rígida y el dolor se extiende a todas las coyunturas y miembros del cuerpo. El remedio es el siguiente, según Aguado: Cuando la persona es picada busca al gusano y lo mata “y sácale las tripas y con el herbaje que halla dentro se unta la picadura y así ataja el dolor y la alteración y si le picó de noche y no encuentra el gusano, para curarse, si lo picó en el dedo o en parte semejante, mételo en el sexo de la mujer y con esto ataja la furia de la ponzoña, de suerte que esta manera de curar me parece que con una ponzoña se cura otra”.

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