
Hace cien años el antiguo departamento de Caldas inició la instalación de fábricas de licores o de sacatines, o destilerías, en varias ciudades de la región, como Pereira, Manizales, Armenia, Riosucio, Salamina, Aguadas y Manzanares; pero antes la elaboración de licores y el mercadeo estaba a cargo de empresarios que remataban las rentas del Estado. El remate de rentas de licores fue una empresa que dejaba enormes ganancias, si miramos cómo se enriquecieron numerosas personas en Antioquia y en el territorio donde se formó el departamento de Caldas.
Veamos el caso de Pedro Jaramillo; este personaje nació en Neira, ganó sus primeros pesos vendiendo quesos que fabricaba en una lechería que tenía su padre, cerca del pueblo. Años después contrató peones y tumbaron monte en un lote en la vega del río Chinchiná. Sus amigos lo veían como uno de esos excelentes hacheros que desgarraron la vestidura de la cordillera que rodea a Manizales. Pero tumbó más selva de la cuenta, no pudo sostener lo que abrió porque no le metió suficiente ganado y el rastrojo devoró los pastos que sembró. Arruinado se fue para Manizales y consiguió planta con la arriería de bueyes hacia el río Magdalena, buscando el puerto de Honda. Con este capital se quiso iniciar en los licores con su socio Alejandro Ángel y viajó a Medellín para conocer el negocio al lado del millonario Pepe Sierra. Otros buenos rematadores de rentas en Manizales y en el departamento de Caldas fueron Francisco Jaramillo Ochoa, Pantaleón González y Justiniano Londoño, quienes además fabricaban licores.

El más famoso aguardiente que se producía en la región a principios del siglo pasado era el aguardiente amarillo de Manzanares, o “aguardiente de caña gorobeta”; lo producía don Camilo Jiménez en El Sacatín, situado en el paraje de Santa Clara al noreste de la cabecera municipal, con su fórmula secreta de panela, caña, anís en rama y un poco de azafrán. El proceso empezaba con la compra de la panela que era la materia prima. Se decía que la mejor llegaba de la vereda El Callao; después la conducían en mulas hasta El Sacatín, se depositaba en tinas, con agua que corría del cerro Guadalupe; en cada tina echaban 20 arrobas de panela y se dejaba fermentar ocho días; el guarapo pasaba directamente a los fondos de cobre incrustados con cemento al horno, el cual funcionaba con leña, el fondo de cobre tenía adherida otra olla; aquí se recogía el vapor y lo transportaba por un tubo hasta otro recipiente; éste se comunicaba con una serpentina que al contacto con el agua fría volvía al estado líquido; este líquido se recogía en otra tina grande donde se mezclaba con el anís y el azafrán, que le daba el color amarillo; de este modo quedaba listo para salir al comercio. Se consumían 300 arrobas de panela cada semana, y con esta materia prima producían 195 botellas al día. El licor lo empacaban en barriles de cobre, con una capacidad de 50 a 60 botellas, y se vendía a cinco centavos cada una. Luego lo transportaban en 25 mulas a 17 municipios del departamento de Caldas. Dicen en Manzaneres que cuando don Camilo empezó con su producción era normal verlo por las calles empedradas del pueblo llevando el aguardiente a lomo de una burra conocida como “Panchita”.
Pasaron los años y el gobierno departamental compró El Sacatín y nombró administrador a don Juan de Dios Echeverry quien permaneció allí 40 años produciendo el famoso aguardiente amarillo de Manzanares. Don Juan de Dios nació en 1892 en el municipio de Santa Bárbara, Antioquia, fue alcalde y concejal de Manzanares.