BERNARDO ARIAS TRUJILLO

Nació en Manzanares el 19 de noviembre de 1903 y aquí cursó la educación primaria y algunos años de secundaria, pero quería conocer la ciudad de Manizales y continuar su educación en la capital. Ingresó a la Escuela Normal de Varones, pero solo permaneció un año porque fue despedido por sus ideas políticas; sin embargo, lo admitieron en el Instituto Universitario, donde se familiarizó con el ambiente cultural que allí se vivía. Culminados los estudios en el colegio viajó a Villahermosa (Tolima), donde vivía su familia; su padre le dio el empleo de escribiente, pero le aseguró “que no llegaría a ser ni un alcalde de pueblo”. Esto hirió los sentimientos de Bernardo y, con el apoyo de su tío, el general Jesús María Arias, se fue para Bogotá con muy poco dinero, pero con una carta de recomendación para el general Celerino Jiménez, un amigo de la familia, quien le tendió la mano. Ingresó a la Universidad Libre y luego continuó los estudios de abogado en el Externado de Colombia. Con la ayuda de Luis Enrique Osorio, director de la revista La Novela Semanal, publicó varias novelas cortas como Luz, Muchacha Sentimental y Cuando Cantan los Cisnes; en ese momento apenas tenía 20 años. Se graduó en 1927 y se quedó en Bogotá esperando algún empleo, pero la república conservadora frustró esta posibilidad.
Regresó a Manizales y con el apoyo de su cuñado, el empresario alemán Federico Michaelis, casado con su hermana Lucía, fundó el diario Universal, de orientación liberal, que empezó a circular el 3 de julio de 1930; tenía ocho páginas y un tiraje de tres mil ejemplares. Bernardo escribía sobre el nuevo país y acerca del tránsito de la hegemonía conservadora a la república liberal. Pero con su tremenda pluma golpeó a muchos prohombres de la región, a “blancos” conservadores y liberales, y esto no se lo iban a perdonar. Cuando el periódico estaba en la cúspide le pidieron sus copartidarios que bajara el tono a las críticas, a los ataques contra la administración departamental, pues el diario era liberal y necesitaban un respiro. Bernardo acató la observación, silenció el periódico y empezó a dirigir su partido político, el liberalismo democrático.
Fue nombrado jefe Departamental de Policía, cargo que ejerció por algunos meses porque su amigo, José Camacho Carreño, quien estaba de Embajador en Buenos Aires, logró que lo nombraran Secretario Ad Honorem de la Legación en Argentina. Llegó a Buenos Aires en junio de 1932 y utilizó su cargo diplomático para relacionarse con la prensa, aprovechó la ciudad cosmopolita, se conectó con escritores, artistas y políticos, paseó por salones elegantes de la élite, pero también conoció los arrabales. Vivió este mundo rodeado de gente muy especial: pederastas, morfinómanos, poetas y pintores. En medio de este ambiente escribió la novela Por los Caminos de Sodoma o Confesiones Íntimas de un Homosexual; la obra la firmó como Sir Edgar Dixon, pues conocía la mojigatería de sus paisanos; en la misma fecha publicó el poema Roby Nelson. El 2 de septiembre de 1932 se conoció la noticia de la invasión peruana a la guarnición de Leticia sobre el río Amazonas, y a Camacho Carreño y a Bernardo les correspondió representar a Colombia en Argentina, Uruguay y Paraguay. De esta experiencia quedaron los materiales para publicar un libro sobre el conflicto con Perú. El 23 de noviembre de 1933 regresó a Manizales.
La madurez intelectual
Legó a la capital de Caldas precedido de un enorme prestigio y se alojó en la casa de su hermana Lucía; aquí encontró el ambiente adecuado para escribir el ensayo En Carne Viva, donde señala a todos los “traidores de la patria”, por el mal manejo de la guerra que enfrentó a nuestro país con Perú. En la obra lanzó violentos puntapiés y terribles aguijonazos contra numerosos dirigentes políticos y esto no se lo perdonó la gran prensa liberal, ni los dirigentes del partido. Encontró trabajo en el periódico La Patria, donde le pagaban muy bien por sus artículos y empezó a publicar una serie de ensayos y novelas que lo consagraron en la región y en el país: Risaralda (1935); la traducción de Balada de la Cárcel de Reading (1936); y Diccionario de Emociones (1938). Había logrado la madurez intelectual.
El 1 de febrero de 1938 el Concejo lo eligió, por unanimidad, Personero de Manizales. En ese momento estaba viviendo la mejor etapa de su vida porque su producción intelectual tenía reconocimiento nacional. Desempeñó el nuevo cargo por algunos días y presentó renuncia a partir del 28 de febrero. Sobre este asunto comunicó a sus amigos el deseo de radicarse en Buenos Aires porque allí tenía excelentes amistades y conservaba relaciones con periódicos y editoriales. Sin embargo, el 3 de marzo enfermó de gravedad, debido a una “hemorragia cerebral” y falleció al día siguiente. La ciudad se paralizó y el entierro fue apoteósico.
Transcurridos varios días, algunos de sus amigos más cercanos pensaron que su muerte había sido causada por una sobredosis de morfina; aunque el escritor estaba atravesando la mejor etapa de su vida, por el reconocimiento nacional de su trabajo intelectual, solo él conocía sus tormentas interiores. Muerto Bernardo, lentamente se fue silenciando y deformando su vida y obra. Esto es extraño porque el escritor era apreciado en todos los círculos literarios y se había convertido en una de las figuras más valiosas de la literatura de la región. Pero la escritora Blanca Isaza utilizó las páginas de su revista Manizales para publicar trabajos inéditos de Bernardo y para decirle a sus compañeros de periodismo, a los amigos y a los detractores: ¡Aquí está el “escritor maldito”, que se resiste a morir!