LA NAVIDAD EN FINCAS, ALDEAS Y PUEBLOS

El 16 de diciembre se empezaba la novena y todos, viejos y niños, se sentaban en bancas alrededor del pesebre y cantaban al son de rústicas panderetas: “Ven niño adorado, ven no tardes tanto”.

En este punto entraban los villancicos. La historia es muy bonita. Es una composición musical común en España desde el siglo XV. Los villancicos empezaron como temas populares: una composición poética, con estribillo, cantada por los villanos o habitantes de las villas, pueblos o aldeas, para diferenciarlos de los nobles e hidalgos que vivían en los castillos.

Estos temas se fueron transformando en canciones con estribillo. Primero entraban los versos y después de cada estrofa se repetía el estribillo, que se convierte en coro, cantado por varias personas. Por esto se tornaron en temas populares, que hacían referencia a la vida cotidiana en las villas y aldeas; recogían fragmentos de la historia, de las costumbres, de las tradiciones del pueblo. Las canciones se cantaban en las fiestas populares, luego se las apropiaron los cuenteros y los grupos callejeros que hacían representaciones teatrales, en una calle, en una plaza; reunían público a su alrededor porque los temas eran agradables, pues reflejaban la cotidianidad. 

Los villancicos fueron evolucionando y en el siglo XVI entraron a los templos religiosos; los sacerdotes entendieron que estas canciones con acompañamiento musical ayudaban en la tarea evangelizadora. Así, se incorporaron al calendario religioso, por ejemplo, al Corpus Christi y a la Navidad; también se cantaban en las misas.

Después llegaron a las más importantes iglesias y catedrales, donde organizaban grupos musicales y coros, pero también evolucionó hacia el teatro, como en la “novela pastoril” de Gil Vicente. Ya para el siglo XVI, el villancico se había convertido en el género popular más conocido en España. Para esta época los temas de carácter religioso seguían imponiéndose en otras fiestas como la Asunción, la Inmaculada Concepción, además del Corpus Christi y la Navidad. Como era de esperarse aumentaron los compositores de villancicos y se agregaron más voces a la polifonía.

El villancico saltó de España al continente americano, desde el siglo XVI, en el proceso de evangelización y los curas doctrineros los adaptaron a los dialectos indígenas; luego, en el mestizaje, cuando surgieron templos más grandes que las capillas doctrineras, los villancicos se fueron imponiendo porque estaban acompañados por las chirimías. Cuando llegó la esclavitud a las minas de oro de Marmato, Supía, San Juan y Riosucio, los sacerdotes aprovecharon los villancicos como un excelente medio de evangelización, por la magia de la música. En el siglo XIX cuando la colonización antioqueña tumbó la selva y surgieron fincas, aldeas y colonias o pueblos, los villancicos echaron raíces con mucha velocidad, desde Aguadas hasta Pereira y el Quindío, por los pueblos recorridos por el Camino Real de Occidente, desde Marmato hasta el valle del río Cauca, por la cuchilla de Belalcázar y por el oriente del actual departamento de Caldas. Es que las letras de estos viejos villancicos recogen la esperanza de liberación, la igualdad de todos los hombres, la pobreza del niño Dios, recostado en un pesebre. Veamos algunos ejemplos:

Yo soy pobre y nada tengo,

te ofrezco mi corazón.

Vamos y veréis al niño,

temblando de frío está.

Desnudito en unas pajas,

Recostado en un portal.

Dormite, niñito

¡Qué tanto llorar!

Que no hay mazamorra,

¡Ni que merendar!

Los anteriores versos los encontramos en forma recurrente, en los villancicos que se impusieron en nuestra cultura desde mediados del siglo pasado.

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