
Entre los primeros prestamistas y banqueros se destacó el empresario Sótero Vélez Escobar, que nació en Amagá en el año 1822. Se casó con Arsenia Escobar y tuvieron nueve hijas; en segundas nupcias se casó con la señora Mercedes Hoyos, quien murió de parto dejando un hijo. Desde muy joven se trasladó a Neira en donde se dedicó a la ganadería y a la explotación de minas para el próspero comercio que brindaban las guerras civiles. Su primera actividad fue comprar parcelas de las entregadas por las juntas agrarias a los colonos fundadores y en esta orientación compró “13 montañas de terreno de a diez fanegadas cada una a igual número de colonos fundadores, por la cantidad de 39 pesos, en el año de 1854”.
Cuando logró amasar una pequeña fortuna se trasladó a Manizales donde compró casa en la plaza central. Como miembro del partido conservador se relacionó con la dirigencia política y económica del pueblo logrando así un ambiente adecuado para hacer sus inversiones. Se convirtió en el banquero de la localidad siguiendo las enseñanzas de don Lorenzo Jaramillo, el rico empresario de Sonsón. Prestaba dinero a interés del 1 y el 1,5% al mes y a largos plazos, respaldado en hipoteca. Las transacciones se hacían del siguiente modo:
En 13 de febrero de 1875 el señor Antonio Escobar se constituye en deudor del señor Sótero Vélez por 320 pesos por dinero que le prestó al 1 x ciento mensual sobre hipoteca de un terreno en La Linda.
El 28 de abril de 1883 el señor José María Salazar se constituye en deudor de Sótero Vélez por 200 pesos de lei por dinero que le tomó al 1% con el plazo de dos años contados desde la fecha. Los intereses se pagarán por semestre vencido. Constituye hipoteca sobre la finca situada en La Linda.
En 6 de junio de 1884 compareció el señor José Joaquín Mejía i dijo que se constituye en deudor del señor Sótero Vélez por 40 pesos al 1 x ciento mensual a un año de plazo. Hipoteca casa y cocina de teja y paja en el área de la población.
Para tener una idea de los precios puede servir de base los siguientes datos: para el ño 1882 un ternero recién destetado costaba ocho pesos; una potranca 40 pesos, una vaca vieja 6 pesos. En 1885 una casa de bahareque con techo de paja costaba 200 pesos; un caballo 40 pesos, una vaca 10 pesos, una cama de madera torneada 2 pesos con 50 centavos, una máquina para coser, de pedal 48 pesos.
La actividad que más ganancia le reportó a don Sótero fue con el comercio de la sal. Para ello compró varios lotes en ojos de agua salada. Así, en 1873 adquirió “La Peruana” en los planes de Neira. Era dueño de un salado en su finca ubicada en el paraje de Tareas, entre Neira y Filadelfia, con beneficiadero de sal y los enseres avaluados en 9.600 pesos.
Cuando se suspendió en Manizales la sucursal del Banco de Antioquia, que retiró de la circulación una gran cantidad de dinero, perjudicando el comercio y el sector agropecuario, don Sótero se puso en comunicación con los más prestigiosos líderes de la economía local y organizaron, en 1881, el Banco Industrial de Manizales cuyo Consejo Administrativo quedó integrado por las siguientes personas, entre principales y suplentes: Alejandro Gutiérrez (presidente), Rufino E. Murillo (Vicepresidente), Benicio Ángel, Pedro Uribe Ruiz, Melitón Echeverri, Miguel Latorre, José de J. Jaramillo, Sótero Vélez, Antonio María Restrepo y Cástor María Jaramillo. El banco inició actividades con un capital suscrito de $240.000 y se convirtió desde su fundación, en impulsor de las actividades comerciales y agropecuarias.
Don Sótero fue considerado un hombre práctico y astuto; después de la guerra de 1860 tuvo buen cuidado de estrechar relaciones de amistad con los alcaldes y prefectos para que no le expropiaran la sal y con el fin de que no lo asfixiaran con las contribuciones guerra. Sin embargo, el gobierno liberal de 1877 lo esquilmó, así como a los demás conservadores adinerados de Manizales. Por esta razón otorgó poder especial a su abogado Luis María Giraldo, “para que a su nombre represente su persona acciones i derechos, demande a la nación de los Estados Unidos de Colombia por la suma que dicha nación le adeuda al otorgante procedente de suministros, empréstitos i expropiaciones que hizo durante la guerra civil nacional de 1876 i 1877”.
Pero el banquero más destacado era el millonario don Lorenzo Jaramillo, de Sonsón, quien financió a muchos terratenientes para ayudarles a montar haciendas de ganado en Manizales, Risaralda y Quindío. Don Lorenzo hizo negocios con el general Pantaleón González, con Francisco Jaramillo Ochoa y con otros muchos terratenientes manizaleños, contribuyendo a la modernización de la ganadería pues empezó a sembrar nuevos pastos introducidos al país, como el pará, el india, y guinea, el yaraguá y el micay.
Es interesante observar los métodos utilizados por don Lorenzo para ayudar al desarrollo económico de la región; entre ellos los más comunes eran prestar dinero a interés para surtir de ganado las haciendas, dar ganado a utilidad y comprar créditos, como en la siguiente transacción registrada en la notaría de Manizales el 9 de agosto de 1884, según la cual
Comparecieron ante el notario los señores José María Giraldo y José María Delgado de Neira y dijeron que el señor Alberto Gómez, vecino de Neira les es deudor de seis mil pesos cuyos plazos se vencen así: el día 31 de enero de 1885 deberá pagar el deudor dos mil pesos; el 31 de enero de 1886, dos mil pesos y en el 31 de 1enero de 1887, dos mil pesos. Garantizando el pago en hipoteca sobre una hacienda o finca situada en jurisdicción del distrito de Neira denominada “La Julia”.
Que ese crédito lo han vendido al señor Lorenzo Jaramillo I., por la suma de 5.112 peso lei, cantidad que tienen recibida y a su entera satisfacción y que por lo tanto ceden al señor Lorenzo Jaramillo el crédito dicho con los intereses que se venzan hasta que se verifiquen los pagos. El señor Lorenzo Jaramillo a quien también conozco y vecino del distrito de Sonsón declara que acepta la cesión.
Don Lorenzo hacía negocios de todo tipo con muchos hacendados ubicados desde Arma hasta el Quindío, a tal punto que se decía que andaba en propiedad desde el río Arma hasta Armenia.
El estímulo a los ganaderos se incrementó con la fundación del Banco de Depósitos, fundado por don Lorenzo en 1896. El Banco se caracterizaba porque no presionaba al cliente para que pagara el capital, mientras que el pago de los intereses fuera cumplido; en este sentido decía don Lorenzo “A mi me pagan los herederos”.
Como banquero y prestamista fue víctima de la política de inflación provocada por el gobierno en la Guerra de los Mil Días, había hecho préstamos en oro y se los devolvieron en papel moneda desvalorizado o como decían en la época “Lo que había prestado para comprar una finca le fue devuelto con el precio de una vaca”. De este modo su fortuna recibió un duro golpe y ante los consejos de sus amigos de que recogiera sus acreencias, contestaba “Yo no arruinaré nunca nadie”.
Refiriéndose a la forma que tenía don Lorenza para financiar la formación de haciendas y preocupado por los cambios que la Guerra de los Mil días estaban operando en la moneda, le dijo su socio Juan María Marulanda: “Don Lorenzo cobre sus platas (tenía gran cantidad a interés) que le van a pagar con una cosecha de mangos” y el capitalista respondió: “Yo no cobro a quien cumplidamente me haya pagado los intereses”. A pesar de las pérdidas por la inflación don Lorenzo murió dejando una inmensa fortuna.
Era el financista y el empresario para las necesidades de la época y buscó en las tierras del sur de Antioquia los socios en sus empresas para hacer rotar su capital y se lanzó a la aventura de cierto modo “patriótica”, de abrir tierras para convertir los baldíos en campos de trabajo y de producción. Así financió abiertos, galgas o tumbas de selva en las tierras cercanas a Manizales, con sus socios Liborio Gutiérrez y Pantaleón González, entre otros, y estableció inmensas haciendas en tierras vecinas a Pereira y Armenia.