
La más famosa funeraria de Manizales fue La Equitativa, de Aparicio Díaz Cabal. Este personaje nació en Palestina (Caldas), el 17 de agosto de 1909, en el hogar conformado por Faustino Díaz Quintero y Alejandrina Cabal. Aparicio no terminó la educación primaria seguramente por afugias económicas porque hacía parte de una familia numerosa de nueve hijos. Buscando mejores oportunidades se radicaron en Manizales donde el joven Aparicio encontró trabajo como bulteador en la plaza de mercado, pero al poco tiempo lo contrataron en el oficio de ayudante en una carnicería y pocos años después instaló su propio negocio. En 1935 fundó la funeraria y desde este año creció su prestigio como hombre cívico, promotor del deporte y autor de numerosos poemas que hicieron parte de la poesía “mamagallista”, popular y “patituerta”. Su verdadera pasión fue enterrar a los pobres.
¿Pero quién era Aparicio? La funeraria le permitió apoyar el deporte, financió el equipo de fútbol Atlético Cabal y muchos eventos culturales. Era muy caritativo y siempre acudía donando ataúdes en los deslizamientos por el invierno. Importó de Chile varios caballos percherones que tiraban una preciosa carroza, él mismo manejaba el carruaje con el féretro, se vestía de frac negro y guantes blancos. Los entierros de la Equitativa eran famosos en Manizales por la espectacularidad. También llamaban la atención los avisos publicitarios. El slogan más conocido era “Funeraria La Equitativa, cultural y deportiva”.
Los mejores ataúdes
Los más baratos y tal
Los consigue donde Aparicio
Al pie de la Catedral
En un cuarto muy oscuro
Tengo guardado un lúgubre ataúd
Será para ud.
Y el siguiente aviso al lado de un ataúd, en la funeraria:
¿Para quién es este ataúd?
¡Para ud!
Aparicio se hizo famoso por los versos que escribía. Veamos algunos ejemplos. Cuando su hija Lía hizo la primera comunión, pronunció los siguientes versos:
Toda vestida de blanco
Toda sentada en un banco
Toda llena de melanco… Lia
La tradición popular recita los siguientes versos, aunque seguramente no todos eran de Aparicio:
Al otro lado del río
Peliaban dos toros pintos
El uno era colorado
Y el otro… salió corriendo
En aquel alto muy alto
Tengo un palo de café
Cada vez que vengo y subo
Me tomo un tinto
Ánima que vas penando
Por esta falda p’arriba
¿Cómo no has de tener frío
si te robaron la ruana?
Por la calle del río abajo
Van dos ánimas perdidas;
Si no sabían el camino
porque se fueron por ahí
Ay, qué aburrimiento
En este cruel municipio,
Sin tener una mujer
Que las penas nos disipio
Yo tenía en mi casa,
Una plantica de anturio
Y de no echarle agua,
Se me murio
En el jardín de mi casa
Yo tenía un geranio
Y un día se me murio
¿Sería por el veranio?