NUESTRO PAISAJE CULTURAL CAFETERO

Fotografía de María Cristina Arango Mejía

Hace 10 años, el 25 de junio de 2011 la Convención de Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) incluyó el territorio del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia (PCCC) en la categoría de Paisajes Culturales “por ser un ejemplo sobresaliente de adaptación comunitaria a condiciones geográficas difíciles sobre las que se desarrolló una caficultura de ladera y montaña”.

Esta historia empieza con las colonizaciones o migraciones de campesinos pobres que se desplazaron desde Antioquia hacia las selvas del sur y se establecieron como cultivadores. Esto significa que el primer símbolo que aparece arraigado en la tradición histórica y cultural es el del campesino, que en la época se conoce como colono, porque se apropió de la selva y luego funda la aldea, o colonia. Este campesino nos llega hasta hoy con su idiosincrasia, personalidad y riqueza cultural; en la época su forma de vestir era muy peculiar, pero algunas prendas todavía se conservan en la cultura cafetera. Al lado del vestido de uso diario y de la ropa de trabajo, se destaca el traje dominguero, más elegante, que usaban adultos y niños para ir al pueblo. Pero hay una gran cantidad de objetos que enriquecen la indumentaria en la medida en que este campesino tiene recursos económicos y relaciones con los arrieros y con la aldea. Son ellos: el pañuelo raboegallo, el sombrero de caña, de fique o el aguadeño; las cotizas o las alpargatas, el poncho, el zurriago, el carriel, el machete y la peinilla, la ruana y la mulera. Solo estos elementos para mencionar a grandes rasgos lo que tiene que ver con la indumentaria de los hombres. Para el caso de las mujeres, usaban falda larga, blusa bordada, delantal y, como traje dominguero, la falda de bolerón, alpargatas y mantilla; la blusa blanca bordada, de manga larga y sin escote.

Después tenemos otro símbolo: la finca campesina, que van montando a lo largo de varios años con el esfuerzo de toda la familia. Se tumba el pedazo de selva, se levanta un rancho de vara en tierra con guaduas, se cultiva maíz y fríjol; después se organizan el platanal y el yucal: siembran arracacha, batata y caña de azúcar. Al mismo tiempo se limpia un pequeño lote cerca de la casa para sembrar plantas medicinales y de aliño, para la cocina; se le pone atención al gallinero y cuando los medios económicos lo permitan comprarán cerdos pequeños para levante y engorde. Transcurridos varios años el campesino, con base en el ahorro familiar, podrá comprar los fondos o pailas de cobre, y la máquina para organizar un trapiche, moler la caña de azúcar y sacar miel y panela, para las necesidades de la finca. En este punto  se puede afirmar que nuestro campesino y su familia han montado una finca autosuficiente.

A finales del siglo XIX, cuando el cultivo del café se va imponiendo en la región, se mejora notablemente la economía en estas unidades agrícolas, porque el nuevo cultivo tiene demanda y es un dinero extra para la familia. Sobre esta base se va a desarrollar la cultura cafetera. En la medida en que aumentan los ingresos económicos del campesino crece el bienestar y se mejora la vivienda. 

Sobre esta base fueron surgiendo los pueblos y los centros históricos. Hoy disfrutamos del patrimonio arquitectónico, de la arquitectura tradicional de bahareque que se caracteriza por el diseño y construcción de las viviendas.

Así llegamos a los atributos del PCCC. Se refiere a las huellas dejadas por varias generaciones en parte de los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y Valle del Cauca: predominio del café sobre otros cultivos; adaptación del cultivo del café en zonas de alta pendiente; adecuación del paisaje a las condiciones de la vida moderna, como vías de comunicación, servicios públicos, salud y educación; la institucionalidad cafetera que garantiza la sostenibilidad del PCCC; prevalencia del minifundio como sistema de propiedad; multiplicidad de cultivos en la parcela que conforman una colcha de retazos (café, maíz, caña, plátano, yuca, pasto, guadua, yarumos); el grano se produce de manera sostenible porque el campesino adecúa su forma de trabajo tradicional a las condiciones de producción moderna y con menos impactos ambientales.

Como se puede apreciar, en la región hay una fuerte tradición histórica y cultural y el desarrollo económico, por la caficultura, no tiene comparación con ninguna otra región del mundo. De este modo la Declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero se orienta a valorar esta cultura y nos obliga a su conservación, protección y continuidad. Hay que cuidarlo y preservarlo para el disfrute de las generaciones futuras.

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