
Parece que ese afán de andar buscando tesoros parte de nuestros antepasados, cuando se produjo la invasión de América, pues la conquista española fue una empresa impulsada por el oro; y desde Cristóbal Colón se marcó la ruta, porque se pensaba que América ofrecía riquezas sin fin. Todas estas ilusiones se fueron configurando en el mito de El Dorado, que hablaba de un país lleno de oro, así como de un cacique recubierto de oro, el gran Zipa de los Chibchas, a quien le untaban el cuerpo con resina y polvo de oro y luego se bañaba en la laguna sagrada donde dejaban todas las ofrendas. Es la leyenda del cacique Guatavita contada por Juan Rodríguez Freyle y por Pedro Simón; pero estos dorados aparecieron en todo el territorio especialmente en Antioquia y en Quindío. En el antiguo departamento de Caldas todo empezó con las campañas de conquista de Jorge Robledo, que cuando salió a enfrentar a los armados o maitamaes lo recibió un ejército con armaduras de oro que relumbraban en todo el campo; pero luego los indígenas escondieron este fabuloso tesoro
Cuando se extinguieron los aborígenes quedó la leyenda del tesoro del cacique Pipintá, de los armados, que debía estar escondido en algún lugar entre el cañón del río Pozo, la cueva del mismo nombre y la vieja ciudad colonial de Arma; por esta razón, nunca se borró el camino de indios entre Pácora, Aguadas y Arma, que sirvió de guía para que entraran buscadores del mencionado tesoro y de sepulturas indígenas. Esta vieja ruta sirvió para la llegada de centenares de familias colonizadoras que empezaron a fundar a Paucura o Pácora desde el año 1800, en lugares como Rancholargo, Palocabildo y, por último, en la hermosa vega donde hoy se encuentra la población. Esta leyenda la recoge el historiador Aníbal Valencia (1983) en su monografía de Aguadas, del siguiente modo:
Martín Blandón quien murió anciano hace más de 200 años, decía ser nieto de Paco, quien a su vez era nieto del gran Pipintá, dejó a un sacerdote de Santafé de Bogotá una relación acerca del lugar en donde se encontraba el tesoro: “Saliendo de la plaza de Armaviejo por el camino antiguo (posiblemente el de Payuco) se llega a la quebrada de Pácora, se pasa ésta por una isla o playón y se coge la loma hasta la llamada Tolda del Guayabo. De allí se sigue un poco más adelante hasta un punto desde donde se divisa el río Cauca y torciendo a mano derecha, siempre mirando el Cauca se llega a una cuchilla que desciende verticalmente a una cañada. Se toma esta arriba, hasta donde se junta con otra quebradita […] y tomando la cañadita de la izquierda se sube hasta encontrar un salto falcón. A la derecha de este salto hay unas escalas de piedra natural y subiendo por ellas se llega a una especie de alero, en cuyo extremo hay un gran tapón de piedra que fácilmente lo pueden mover dos hombres, y se llega a la entrada de un salón donde hay mantas indígenas y sombreros de caña y en el salón hay otra piedra se quita y bajando por unas escalas de piedra labrada se encuentra el gran tesoro que es tan rico que con él podrán enriquecerse tres grandes reinos. Allí se encuentra una corte de 16 caciques de oro macizo; la puerta está protegida por un par de caciques, macho y hembra, y ésta carga una mica también de oro macizo. Estas estatuas son de tamaño natural; el oro en alhajas es tanto que llevando 50 mulas para traerlo es como si no hubiera llevado nada. (p. 21)
Lo único cierto es que hubo muchas expediciones buscando el tesoro y no hallaron nada. Pero las más fabulosas leyendas surgieron en el Quindío, donde los españoles saquearon numerosas sepulturas indígenas desde 1540; las leyendas surgieron en el siglo XIX.
Gracias , para mi es un placer escuchar sus historias.Enviado desde mi Galaxy
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Lastima que ya no produce relatos hablados , me encanta oirlo mientras me ejército. Enviado desde mi Galaxy
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En este artículo hay un relato hablado. Está debajo de la imagen.
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