Los peones andariegos

Desde la segunda mitad del siglo XIX y al calor de la colonización hacia el sur de Antioquia  (hoy departamento de Caldas), emergió vigorosamente consolidada la imagen del antioqueño con los atributos de visionario, emprendedor, arriesgado, empresario y trabajador, enmarcado en un ambiente creado por la dinámica región de Antioquia, que vigorosamente estaba contribuyendo a crear las condiciones para la formación de la economía nacional.

Aquellos miles de emigrantes, con o sin recursos, que en medio de un clima económico desfavorable tumbaban bosques y fundaban pueblos, lograron mejorar ostensiblemente sus ingresos alcanzando un mayor nivel de vida. De otro lado, en la medida en que los excedentes de producción de los campesinos eran captados por hacendados y comerciantes de mentalidad capitalista, se favorecía un proceso de acumulación que beneficiaba la economía regional en su conjunto.

Dentro de este marco general, cuando se crean amplias posibilidades de trabajo, irrumpió con mucha fuerza el peón calificado, formado en la familia y vinculado mediante múltiples mecanismos al poderoso torrente colonizador. Es este trabajador, por su papel en el largo proceso de colonización, uno de los principales factores que contribuyó a forjar la imagen positiva del antioqueño.

El niño de la colonización asimilaba el fuerte trabajo y aprendía a enfrentarse al duro trajín. Los padres trataban de retener los hijos en el ámbito de la familia; por ello los varones sólo alargaban pantalón después de los 20 años, formándose un semillero de futuros colonos. Sólo los campesinos antioqueños con mejores posibilidades, y «mejor templados en las tradiciones de la raza», salían a colonizar; los otros permanecían en la parcela familiar, convirtiéndose en mano de obra barata y abundante, enganchados como peones por los empresarios interesados en abrir haciendas en tierras del sur y sureste.

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