
Las gallinas están presentes en las fincas campesinas como parte de la tradición cultural y tienen arraigo en los municipios del Paisaje Cultural Cafetero de Colombia. El gallinero surtía de carne y huevos durante los primeros años de la llamada colonización antioqueña cuando no se habían desarrollado las relaciones de mercado y era difícil adquirir carne de cerdo o de vacuno.
En general la gallina tuvo gran «figuración» en la finca y «el sancocho de gallina» aparecía como el plato preferido para las grandes celebraciones: bautizos, matrimonios, y para cuando la señora «estaba de dieta» (período después del parto). Los pioneros que se movieron en el proceso de colonización cargaban las gallinas junto con los enseres y semillas, con el perro y el cerdo, y a los pocos meses tenían bien surtido el gallinero, utilizando los árboles como dormitorios, con el fin de proteger las aves de sus enemigos naturales.
Entre los tipos de gallina criolla se destacaban: la Araucana, que tiene la particularidad de poner huevos cuya cáscara es de color verdoso o azuloso; la Nicaragua, que se caracteriza por tener plumaje negro y la piel y los huesos, el pico y las patas, e incluso la carne de color grisáceo; la Chusca, llamada también crespa, cuyas plumas de la cabeza, cuello, tronco y alas están curvadas hacia adelante, haciéndole visible la cara interior del plumaje; la Tapuncha, se diferencia por la ausencia de cola, al faltar el último hueso de la columna vertebral; la Carioca, que presenta el cuello desnudo, sin plumas; la de Pelo, que se caracteriza porque su plumaje tiene cañón muy débil y blando, dando la impresión de pelo, seda o lana; la Copetona, ésta presenta una pequeña elevación del cráneo y encima de éste un penacho de plumas dirigido hacia atrás; la Kika, denominada «cubana», se diferencia de los demás tipos por su cuerpo pequeño; la Zamarrona, llamada así por tener las patas emplumadas; la Tufus, conocida como barbada, por tener barba cerrada, redonda y compacta, que cubre parte de la cara; la Enana con cuerpo de tamaño normal pero de patas cortas.
En general estos tipos de gallina se caracterizan por ser buenas ponedoras y cluecas excelentes, pues incuban con gran diligencia, son de aspecto tranquilo y buenas madres; por ello sus polluelos se crían fácilmente y con gran resistencia a las enfermedades.
Como la gallina estaba presente desde el momento de la colonización, alcanzó un gran desarrollo cuando se estabilizó la economía en las parcelas, pues se integró muy bien a la finca autosuficiente. Así dibuja este ambiente un viajero francés del siglo pasado: «La riqueza del amo consiste en una docena de fanegadas de tierra; alrededor de la casa, en la pradera, pastan dos o tres vacas y gruñen algunos cerdos, mientras las gallinas cacarean debajo de los bananos, cerca de un campo de maíz» (Saffray, C. Viaje a la Nueva Granada, 1948.).
Y un escritor costumbrista, que vivió en este medio, lo describe de la siguiente forma: «A la casa rodean siempre la verde platanera próvida de racimos, y las altivas cañas de maíz, amén del jardincillo muy barrido y muy limpio, sembrado de fucsias y albahacas, a cuya sombra sestean las gallinas y dormitan aperezados los perros en el bochorno de las horas cálidas» (Arango Villegas, La dinastía de los Bedoyas. Obras completas, 1979).