Caldas cacicazgos, invasión y tragedia

Autores: Albeiro Valencia Llano, Fabio Vélez Correa y Ángel María Ocampo Cardona

ISBN 978-958-98837-5-4

Secretaría de Cultura de Caldas

Academia Caldense de Historia

Editorial Matiz Taller Editorial

Manizales Año 2021

El presente volumen de la colección Obras Históricas está dirigido especialmente a estudiantes y docentes de la región, pero también a la comunidad en general, buscando  rescatar un pasado que el tiempo ha venido borrando debido al extravío cultural. Es una obra de síntesis, un manual, que recupera importantes aspectos de nuestra historia regional.

La mayoría de los temas aquí tratados están apoyados en las crónicas de la conquista, para el estudio de las comunidades que vivían en este territorio en la época prehispánica. Por estas páginas aparecen los relatos de Pedro Cieza de León, Pedro Sarmiento, Pedro Simón, Fray Gerónimo de Escobar, Lucas Fernández de Piedrahíta, Juan López de Velasco, Juan Bautista Sardela y Fray Pedro Aguado.

Sabemos que muchos historiadores de Indias escribieron sus informes y relatos siguiendo las instrucciones de los superiores. Además las crónicas fueron escritas por personas asombradas y aterradas por la calidad de los fenómenos vividos y conmovidos por el paisaje. De otro lado los informes sufrieron el rigor de la censura ejercida por el conquistador o por la corona, y otros pasajes históricos fueron “armados” después del choque inicial entre las dos culturas y a los cronistas les llegó una información distorsionada. Los españoles miraban a los indígenas desde su propia formación, atrapados por prejuicios religiosos y culturales.

Sin embargo los relatos de los cronistas tienen enorme importancia porque ayudan a reconstruir el pasado, así como por las descripciones geográficas. Las crónicas introducen al lector en el hecho histórico y en el paisaje. Sobre este asunto escribió fray Juan de Santa Gertrudis, en su libro Maravillas de la Naturaleza (1956), que

Varias veces me instaron algunos amigos, que escribiese algo de lo que en once años allá había visto, y yo siempre me hallaba renitente; hasta que por fin hallándome algo desocupado de mis principales obligaciones, determiné escribir parte de mi peregrinación, y trabajos, sin críticas, ni elevado estilo sino sencillamente lo que he visto […]

Y así lo que digo en este primer tomo, son cosas que yo he visto, porque he entrado a lo interior de aquel nuevo mundo, y he vivido entre los indios bárbaros, penetrando monte inculto, y las que hallarás que yo no he visto por mis ojos cito pero sujetos dignos de fe, que todavía viven, que las han visto, y me las han contado, y como las hallo por lo que yo por mi he visto, las hallo verosímiles, por esto las pongo. Y si con todo esto te pareciesen algunas difíciles de creer, el medio de averiguarlo mejor es ir allá para desengañarse de una vez.

Los cronistas también escribieron crudos y descarnados relatos, en carne viva, sobre la crueldad de la invasión europea, acerca del sangriento choque cultural, de las rebeliones indígenas y el impacto de la evangelización; y explican cómo la región fue recorrida por los conquistadores, en el corto período de 17 años. Como consecuencia se fundaron las poblaciones de Cartago, Anserma, Arma y Nuestra Señora de la Victoria y se impusieron las relaciones coloniales, nuevas formas de dominación como la encomienda, la mita y la esclavitud.

La guerra fue desigual. Las armas de los aborígenes eran tiraderas o propulsores, dardos, cuchillos de pedernal, flechas, lanzas de macana y hondas; usaban escudos de cuero. Con este “armamento” no podían enfrentar a un ejército provisto de armas de fuego, pólvora, armaduras de acero, espadas, ballestas, escudos, caballos y perros. Además trajeron enfermedades desconocidas como las bacterias y los virus; la viruela fue la primera en aparecer y los aborígenes no tenían defensas para estas pestes.

El mestizaje avanzó con fuerza arrolladora. El aborigen se convirtió en indio tributario, encomendado, mitayo y peón, mientras que el español se transformó en blanco, encomendero, señor, don, amo, cura doctrinero, capitán y criollo. Al agonizar el siglo XVIII se consolidaron la hacienda tradicional de caña de azúcar, ganado y tabaco, así como la minería de oro; pero también surgieron los sectores campesinos a partir de la descomposición y desintegración de los resguardos indígenas y mediante diversas formas de servidumbre y colonato. En este ambiente social y cultural surgirán las fuerzas que desatarán el torbellino de la independencia a principios del siglo XIX.

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