
El mito no es solo historia contada sino realidad vivida. Las leyendas míticas de los pueblos se esparcieron por las riberas de los ríos, fincas y aldeas, dejando en cada lugar su propio “espanto”, pero conservando particularidades regionales.
Por los caminos de arriería se movían los campesinos pobres buscando una mejor vida en lo profundo de la selva; cargaban el equipaje conseguido a lo largo de los años, pero también viajaban con sus mitos, espantos y creencias religiosas.
Entre la inmensa cantidad de mitos que tomaron fuerza en Antioquia, Caldas, Tolima, Risaralda, Quindío, Valle del Cauca y otras regiones de Colombia, se destacaron los fantásticos porque corresponden a la imaginación popular que les ha dado cuerpo, y aunque son producto de la invención y del miedo se les da categoría de mitos, debido a la tradición popular.
En los pueblos de arriería se destacaron El Gritón, El Bracamonte, La Madremonte o Madreselva, El Mohán y el Hojarasquín del Monte. Todos estos mitos y muchos otros viajaron en la imaginación de los campesinos pobres que se movieron por distintos lugares de la geografía nacional, a lo largo del siglo XIX. Cada familia llegaba con sus costumbres, tradiciones y modo de pensar y este acervo cultural se enriquecía con lo que encontraban en el nuevo terruño donde levantaban la parcela. Con el desarrollo de las relaciones modernas de producción que exterminaron la selva, los bosques de guadua, los caminos de herradura, la arriería y las fondas, se fueron perdiendo los espantos. Afortunadamente no se han ido todos los mitos, aunque se están acabando los buenos cuenteros.