
En la cultura del Paisaje Cafetero surgieron los mitos, espantos y leyendas que fueron apareciendo durante el proceso de colonización antioqueña y se consolidaron con la conformación de la región de Caldas, Risaralda y Quindío. Las supersticiones y la supervivencia de creencias populares, como curanderos, adivinos y brujas, vienen desde la Edad Media. En esa época la interpretación eclesiástica veía en las supersticiones la mano del demonio, que se aprovechaba de los espíritus incultos y frágiles, especialmente de los habitantes del campo. En un ambiente de oscurantismo hizo carrera el maleficio y la brujería; el “poder de las bujas” se extendió al cuerpo de los hombres, a los animales, a la naturaleza, al clima y a las cosechas. A lo anterior se le suma el terror que producía la peste negra; como consecuencia se acusó a las brujas de todos los miedos y males que sufría la humanidad. Los conquistadores europeos trajeron las supersticiones en forma de presagios, amuletos, adivinación por medio de los naipes, y la brujería. Esta herencia se suma a los aportes que hicieron los afrodescendientes. Más tarde, durante el proceso de colonización antioqueña, los campesinos trajeron junto con sus petates, las ideas religiosas y políticas, las costumbres, tradiciones y modo de pensar. Este acervo cultural se enriqueció con la vida cotidiana en el nuevo terruño.