El discurso del culebrero

Plaza de Pácora. Fotografía de María Cristina Arango Mejía.

Todavía recordamos a esos personajes flacos y desgarbados, con ropa estrafalaria que se ubicaban en un pequeño espacio en parques de pueblos y ciudades, instalaban una lona en el piso y allí preparaban el escenario adecuado con productos pintorescos y llamativos: bejucos de guaco para protegerse de las mordeduras de serpientes; esponjilla, para curar la sinusitis; cáscaras de granado para curar la diarrea; flores de manzanilla para los desarreglos estomacales; hojas de coca, para los nervios; alcachofa, para el hígado; hojas de belladona, para los nervios, asma, laringitis y cólicos hepáticos; pelos de chócolo para los riñones; raíces de ipecacuana como expectorante; corteza de naranja agria, para el hígado y los cólicos; raíz de ruibarbo para cicatrizar la heridas; flores de tilo para el dolor de cabeza y la indigestión; dientes de ajo para librase de las amebas; leche de higuerón como purgante; congolos ojo de venado, para llevar en el carriel o en el bolsillo; una concha de gurre, algunas patas de conejo y la piel de varias serpientes

En medio de estos llamativos productos ponían una caja de cartón, cerrada, con algunos agujeros y una seria advertencia: CULEBRA MUY PELIGROSA.

2 comentarios sobre “El discurso del culebrero

  1. No es por demás resaltar los relatos del profesor Albeiro que, con amplio conocimiento, nos expone las vivencias con personajes coloridos en pueblos escondidos de nuestra geografía. El relato nos transporta y nos hace vivir con gran alegría lo acontecido. Hay que felicitar al profesor Valencia por exponernos vivencias como esta.

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